Este sitio se ve mejor con Firefox - navegador gratuito
La llamada Carta a los Hebreos (Heb) se distingue entre los escritos del Nuevo Testamento por la manera tan amplia en que desarrolla un solo tema: la eminencia de la persona de Jesucristo y de su obra salvadora, a la luz de las instituciones del Antiguo Testamento, especialmente del sacerdocio y del culto.
El autor comienza por mostrar cómo la revelación de Dios, iniciada imperfectamente por medio de los profetas, llega a su plenitud en Jesús, el Hijo de Dios (1.1-4). Como Hijo de Dios, Jesús es superior a los ángeles, pero al mismo tiempo se hizo igual a sus hermanos, los hombres (1.5-2.18).
El título que el autor considera más apropiado para describir la persona y la obra de Jesús es el de Sumo Sacerdote (2.17), título que no aparece aplicado a Jesús en ningún otro escrito del Nuevo Testamento. El autor muestra que el culto, los sacrificios y el pacto antiguos son imperfectos e ineficaces, pero que Dios ha escogido un nuevo Sumo Sacerdote, no según las características del sacerdocio levítico, sino de la clase de Melquisedec. Jesús ofrece en sacrificio su propia vida y así obtiene la verdadera purificación de los hombres y abre para todos el acceso a Dios. En el santuario celestial Jesús está intercediendo eternamente por los hombres (3.1-10.39).
El autor se detiene en describir las características del antiguo culto, tal como se presenta en los libros de la ley, para realzar la superioridad del sacerdocio de Cristo y de su sacrificio. Todo el escrito entreteje citas y alusiones a textos e instituciones del Antiguo Testamento.
Junto a la exposición doctrinal, el autor va colocando amonestaciones y exhortaciones a perseverar en la fe y en la práctica de la vida cristiana.
Este escrito, aunque tradicionalmente ha sido llamado carta, no presenta las fórmulas introductorias típicas de ese género. Sólo al final (13.23-25) se encuentran noticias y saludos de carácter personal. Es, mas bien, un tratado doctrinal y exhortatorio dirigido por escrito a alguna comunidad cristiana.
En el texto del escrito no se precisa la comunidad a la cual se dirige. Sin embargo, diversas exhortaciones (2.1-4;5.11-6.12;10.32-35;12.1-3) permiten suponer que se trata de una comunidad cristiana en estado de debilitamiento espiritual; probablemente las persecuciones y otras dificultades internas han puesto en peligro la fidelidad al evangelio. El autor quiere iluminar y fortalecer la fe de estos cristianos y animarlos a superar tales dificultades.
El título tradicional a los hebreos se justifica, mas que todo, por el ambiente espiritual en el que se lleva a cabo la reflexión del autor sobre Jesús y su obra redentora: las personas e instituciones del Antiguo Testamento.
Este escrito refleja, además de un profundo conocimiento del Antiguo Testamento, que siempre se cita según la versión griega, un gran dominio de la lengua griega y de muchas ideas que se habían hecho comunes en el judaísmo helenístico, principalmente en Alejandría. El autor debió de proceder de este medio cultural, pero su nombre no se menciona.
Como ciervo sediento en busca de un río, así, Dios mío, te busco a tí (Sal 42)
Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que lo obedece (Sal 55, 23).
Depositen en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes (1 Pe 5, 7)
Cuando Dios entra en acción, sus enemigos se dispersan (Sal 68).
Llámame y te responderé; y te mostraré cosas grandes y secretas que tu ignoras (Jer 33,3).
Me llamará, y yo le responderé, y estaré con él en la desgracia (Sal 91).
Deja que él te instruya, grábate en la mente sus palabras (Job 22, 22).
Yo te instruiré, te enseñaré el camino, te cuidaré, seré tu consejero (Sal 32,8).
El Señor está cerca de los que lo invocan, de los que lo invocan con sinceridad. El cumple los deseos de los que lo honran; cuando le piden ayuda, los oye y los salva (Sal 18-19).
Pidan y recibirán; busquen y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama se le abrirá la puerta (Mt 7, 7).
Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman (Rm 8,28).
Todo lo que Dios ha hecho es bueno; él, a su tiempo, provee a todas las necesidades (Eclo 39, 16).
No hay que preguntar ¿porqué esto? ¿porqué aquello? porque todo tiene un propósito (Eclo 39, 21).
No hagas mal, y el mal no te alcanzará (Eclo 7,1).
Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien (2 Tim 3, 16).